Paul Krugman, premio nobel de economía y columnista durante 25 años en el New York Times escribió esta semana su última nota en el diario estadounidense. Se tituló Mi última columna: encontrar esperanza en una era de resentimiento. Allí describió cómo, a lo largo de sus crónicas y artículos observó cómo la sociedad norteamericana – y la del mundo – fue mutando hasta llegar a la era de la crispación, representada por quienes llegan a gobernar desde ese sentimiento. Y sobre eso, escribió una fragmento muy interesante donde destaca que “Lo que creo es que si bien el resentimiento alcanza para llevar a alguien al poder, a la larga no alcanza para que lo conserve”. En la realidad Argentina, a un año de la asunción de Javier Milei, se podría concluir que algo de eso ha sucedido y, al mismo tiempo, es el principal desafío que tiene el Presidente para los tiempos que vienen.
Agrega Krugman: “En determinado momento, la gente se dará cuenta de que la mayoría de los políticos que apuntan contra las élites en realidad son una élite a todos los efectos prácticos, y empezará a hacerlos responsables de sus fracasos y promesas incumplidas. Y llegado ese punto la gente tal vez quiera escuchar a quienes no les discuten desde una posición de autoridad ni les hace falsas promesas, sino que les habla con la verdad lo mejor que puede”. En otras palabras, traído a la lógica política argentina, la pelea contra “la casta” debe evitar ser observada como eso y no como un paso para convertirse en ella o crear la propia.
Es probable que el texto de Krugman sea desechado por los seguidores de las “fuerzas del cielo” porque se trata de un economista definido como progresista y fuerte crítico de Donald Trump. No parece casual que se despida de sus columnas a poco más de un mes de la asunción del Republicano en la Casa Blanca. Además, Krugman va a contramano de la mirada de Javier Milei sobre el Estado y la expansión del gasto cuando sostuvo, por ejemplo, en 2019 que la austeridad es “es una idea realmente mala en una economía deprimida”.
Javier Milei ha dejado en claro en su discurso del martes que la construcción de su épica sigue vigente apalancada por los datos de la macroeconomía que han sido, según su óptica, más relevantes de lo imaginado para un año de gobierno. Sabedor que las consecuencias del «ajuste más importante de la historia de la humanidad» ha hecho mella en los ciudadanos y sus realidades, la necesidad de mantener la llama de la esperanza es crucial en el ingreso al año electoral. ¿Podrá? Hasta ahora los números, en ese sentido, lo acompañan. De allí que el eje discursivo de la próxima batalla será la agenda del pasado frente a la agenda del futuro. Polarización al palo.
Resulta una simplificación que, al mismo tiempo, tiene sus complejidades. Establecer quién es el pasado y quien representa el futuro. Para Javier Milei lo viejo no sólo es la foto de Moreno del PJ bonaerense con Cristina Kirchner, Sergio Massa y Axel Kicillof, sino también podría ubicarlo allí a Mauricio Macri y hasta la propia Victoria Villarruel a quien enlaza con esa “casta” que quizá imaginó que la experiencia libertaria tendría un recorrido más corto. “Decían que no llegábamos a enero, y estamos en diciembre”, dijo Milei desde la muy cuidada puesta en escena cuando dirigió su discurso en cadena nacional. Ni siquiera faltó el león en la mesa como detalle y mensaje.
Para su gusto, el peronismo le regaló una postal para contrastar. El pensamiento que podría anidar en Olivos lo definió con una magistral síntesis un dirigente peronista de la provincia de Buenos Aires. En su cuenta de X, ante la foto en el distrito de Moreno, el ex senador Juan José Amondarain escribió: “Tienen todo el pasado por delante”.
Las tensiones que intentan ser disimuladas en el justicialismo tuvieron el miércoles un nuevo capítulo al asumir Cristina Kirchner la presidencia del PJ y el gobernador Axel Kicillof se encargó desde temprano que no iba a asistir. Versiones cruzadas sobre si la invitación no llegó o fue rechazada. Lo cierto es que la tensión no aminora y los temas a resolver en las próximas dos semanas son clave en la provincia de Buenos Aires. Desde pliegos judiciales a si avanza o no la posibilidad que legisladores e intendentes puedan volver a ser elegidos habiendo cumplido dos mandatos consecutivos. “El tema es probable que salga este año, sino sale es un lío político en más de 80 municipios”, sostiene un avezado y experimentado legislador que tiene diálogo habitual tanto con Cristina Kirchner como con Sergio Massa.
El primer año de Milei en el gobierno también ha hecho mella en la realidad política del conurbano. Los intendentes, en su mayoría, buscan mostrarse alejados de las pujas provinciales y nacionales. Saben que lo único que va a salvarlos es profundizar la gestión local porque hoy no hay quien les garantice desde una boleta nacional el arrastre necesario para poder sortear este momento donde todo, o casi todo, parece teñirse de violeta. ¿Ni siquiera Cristina Kirchner? Es la única, pero si es candidata la boleta única de papel disminuye el efecto arrastre.
Es por eso que se torna crucial la discusión sobre redoblar o no las elecciones en la provincia. Es la herramienta que tiene Axel Kicillof para sentarse con poder en la mesa. Lo más probable es que no ocurra. Por varias razones. Una de ellas la esbozó Cristina Kirchner en Moreno cuando dijo que si desdoblaba, lo que iba a discutirse era la agenda provincial y no la nacional. Es decir, se diluiría la polarización con Milei. Es un argumento válido, pero no compartido por todos. Sobre todo quienes tienen responsabilidades al frente de los municipios. A muchos les encantaría poder discutir la agenda propia sin tener que nacionalizar la contienda.
Así como el primer año de Milei ha obligado a agudizar el ingenio de los intendentes peronistas, también los efectos se vieron en las comunas gobernadas por quienes ingresaron en la lista del PRO. Para cada uno de esos alcaldes será muy importante a la hora de ubicarse cómo termine de moldearse el vínculo Milei – Macri. De haber ruptura, obligará a los alcaldes a buscar un sitio en uno y otro espacio. Casos como el de Diego Valenzuela parecen ya estar definidos: se va con Milei. En realidad, ya está con Milei. Otro ejemplo importante en el GBA es Ramón Lanús, el intendente de San Isidro que afrontará su primer plebiscito luego de destronar a la dinastía Posse. De vínculo fluido con Patricia Bullrich y Mauricio Macri, Lanús no ha dejado de enviar señales amistosas y mostrarse cerca del gobierno nacional. En San Miguel también hay una incógnita. El Jefe político del distrito, el senador Joaquín De La Torre tiene diálogo fluido con Santiago Caputo, el hombre clave en el triángulo de hierro de Milei. Su destino parece estar destinado electoralmente en ese espacio, a no ser que se animen a presentar un vecinalismo que ya muestra en los paredones el intendente Jaime Méndez.
Otros referentes del PRO de otros tiempos, como el ex senador Roberto Costa de Escobar, ya tomaron la decisión de dialogar y avanzar con La Libertad Avanza. Su movida puso nervioso al intendente local Ariel Sujarchuk que sueña con ser candidato a gobernador y está reclutando dirigentes e incluso ex intendentes para que operen su construcción política. Como él, hay varios que sueñan. Tienen derecho. Lo que restará saber es en qué cancha y con qué escenario se jugarán los próximos partidos políticos de una Argentina cuyos dirigentes van más lentos en digerir el proceso que se ha iniciado que los propios ciudadanos.